El 2J es uno de los coches más innovadores de todos los tiempos, pero
también el más absurdo. En su búsqueda por el rendimiento aerodinámico
perfecto, sus creadores metieron dos enormes ventiladores procedentes de un tanque en la parte trasera; necesitaban de su propio motor de dos cilindros para funcionar, aumentando el tamaño y el peso del coche.
Pero a cambio, aportaban una enorme ventaja en las curvas; ayudados por
dos tiras que se extendían a ambos lados de la carrocería, los ventiladores creaban un vacío en el fondo del coche que lo pegaban a la pista
como no podía hacer ningún alerón. Este sistema funcionaba incluso en
curvas lentas en las que no hay apoyo aerodinámico, y no se veía
afectado por las turbulencias en el aire de otros coches.
El sistema sufrió no pocos problemas en su única temporada en 1967, pero cuando funcionaba era invencible, con vueltas dos segundos más rápidas
que el resto de competidores, que no dejaron de protestar hasta que el
2J fue prohibido de la competición, oficialmente por contener “objetos
aerodinámicos movibles”, aunque algunos pilotos también se quejaron de
que el coche absorbía las piedras que caían en la pista y estas salían
disparadas por detrás.
Años después, la Formula 1 aprovechó completamente el efecto suelo, empezando por el mítico Lotus 79; la idea de usar ventiladores fue aprovechada en una carrera por el Brabham BT46B.
Aunque Niki Lauda ganó con este coche y la FIA no lo consideró ilegal,
el equipo decidió retirar el aparato, y el efecto suelo fue prohibido
pocos años después.
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